POR: HNO. LUIS ENRIQUE RODRÍGUEZ
REVISTA VOCES DE PROVINCIA \ BLOG I | HERMANO PROVINCIAL
En el vivo corazón de Guadalajara, hay una estatua peculiar, una cabeza de bronce que duplica su función al fungir como maceta para un árbol en su cima. Esta estatua llama la atención de muchos curiosos que se detienen a tomarse una foto y llevarse un bello recuerdo de ella.
Un día, mientras pasaba por ese lugar, me topé con una escena conmovedora: un niño descansaba plácidamente en una de las orejas de la imponente cabeza-árbol. La imagen no solo capturó mi atención, sino que resonó en mí como un símbolo muy significativo. Descansar en el oído de otro ser humano, encontrar paz y refugio en ese espacio, evocaba la esencia misma de la empatía.
Pocos días después, me encontré con un vídeo donde Francisco, el Papa, extendía una invitación a practicar el "apostolado del oído". Su mensaje resonó fuertemente: "Oír con los oídos de Dios para poder hablar la palabra de Dios". Esta reflexión apareció con la imagen del niño descansando en la oreja de la cabeza-árbol, revelando un paralelismo con la idea de escuchar con una intención superior, más allá de lo superficial, permitir al otro descansar en los propios oídos. Es ofrecer nuestro oído y, más importante aún, nuestro corazón, para crear un espacio donde otros puedan encontrar consuelo, apoyo y comprensión.
En medio de este mundo veloz y bullicioso, los jóvenes que nos rodean nos desafían a brindarles nuestra atención, nuestra comprensión, un espacio donde puedan ser escuchados con sinceridad y nuestra presencia sincera. Ofrezcamos nuestros oídos como un refugio sereno, un espacio de calma y tranquilidad. Quizás, también seas tú quien anhele esa escucha atenta, un oído acogedor y confiable. Y es posible que encuentres en otros esa escucha que también viene de Dios. En cada momento de empatía, en cada acto de comprensión auténtica, estaremos experimentando y compartiendo la presencia, un valor arraigado en nuestra espiritualidad Marista.
Que la imagen de este niño nos ayude a encontrar ese espacio en los otros, donde podemos descansar y encontrar paz, que seamos también ese oído de Dios, en el que otros puedan encontrar el reposo que necesitan.
Sigamos cuidando y generando Vida Marista.
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