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CUIDAR LA VIDA: UN LLAMADO A TRANSFORMAR

Foto del escritor: Maristas México OccidentalMaristas México Occidental

Por: H. Luis Enrique Rodríguez, fms

REVISTA VOCES DE PROVINCIA \ BLOG IV | HERMANO PROVINCIAL

 

Hace unos días un amigo me contó un cuento que, considero que tiene mucho qué ver con cuidar la vida. Lo replico más o menos con mis palabras: 



Cierto día, el Creador se paseaba por los jardines que había creado, disfrutando del color, la belleza y los aromas de la multitud de flores que crecían en él. En eso estaba cuando vio que, entre las flores, crecían algunas espinas que las dañaban. Él se acercó a ellas y les preguntó por qué no eran tan bellas como el resto de las flores y por qué hacían tanto daño durante su crecimiento. Ellas respondieron: Hemos crecido sin que nadie nos haya cuidado, sin que nadie se ocupe de nosotras. No es nuestra intención hacer daño y somos tan bellas como nos ha sido posible serlo.  El Creador, entonces, comenzó a cuidar de ellas. Cuenta la historia que es así como surgieron las rosas y los jazmines. 


Esta historia, que puede ser la historia de algunas personas que conocemos, nos recuerda nuestra misión, como educadores maristas, de cuidar la vida. Cuidamos la vida de aquellos que han sido puestos bajo nuestra responsabilidad, cuidamos la vida de nuestros hijos, de nuestros alumnos, la vida de aquellos por los nadie ve. Cuidamos la vida para transformar, para ayudar a crecer en espacios seguros, cuidamos la vida cultivando una cultura de paz, donde reina el respeto y la aceptación del otro en sus diferencias. Cuidamos la vida de nuestros alumnos estando presentes entre ellos, dispuestos siempre a la escucha activa, respetando sus ritmos, sus talentos, sus desafíos, sus necesidades, haciéndoles sentirse amados, respetados, valorados, con un sentido fuerte de pertenencia. 


Cuidamos la vida de nuestra Casa Común, contemplando la naturaleza como un regalo de Dios. Cuidamos la vida desarrollando una conciencia ecológica y promoviendo el respeto por la gran diversidad de seres vivos. 


Cuidamos la vida de Dios, haciendo consciente su presencia constante entre nosotros, convirtiéndonos en el rostro y las manos de su tierna misericordia, asumiendo el hecho de que somos su presencia entre los niños, adolescentes y jóvenes a los que atendemos, en nuestras familias, con todos aquellos con los que entramos en contacto cada día. Cuidamos la vida de Dios cuando asumimos nuestra misión de ser instrumentos suyos, viviendo por Él, con Él en Él y para Él.


Pero, sobre todo, cuidamos de nuestra propia vida, para poder estar en disposición de cuidar la vida de otros. Cuidamos nuestra vida buscando el equilibrio entre el trabajo y el descanso, entre la vida activa y la interioridad, entre velar por los otros y por mis propios intereses, entre la actualización académica y la espiritualidad, entre la vida en común y la soledad creativa. Cuidamos nuestra vida para agradecer el don de la Vida, para transformar, para compartirla.


Que María y Marcelino nos enseñen a cuidar la vida, a hacer florecer las espinas, a transformar lo sucio en oro. Al final, al cuidar la vida cuidamos también nuestra misión de ser luz en medio de la oscuridad, de ser faros de esperanza. Cuidemos la Vida. 


Un abrazo.

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