En los artículos anteriores reseñamos la primera etapa de la historia de los maristas en tierras mexicanas, a la que llamamos: Los pioneros, que va del año 1899 al 1914. La etapa que narraremos ahora, indudablemente es una de las más complicadas por las que hemos atravesado, nuestra vida comunitaria y apostólica se vio envuelta en cinco conflictos violentos.
Huracán revolucionario, 1914 y siguientes. Si bien el movimiento maderista respetó a la escuela católica, no ocurrió lo mismo con las corrientes que vinieron después del golpe de estado de Victoriano Huerta. Varias de ellas se confrontaron con la Iglesia. Fue así cómo los generales Amaro, Diéguez y Villarreal cerraron nuestras escuelas de Jacona, Guadalajara y Monterrey. En la ciudad de México nuestros colegios suspendieron actividades por unos meses. La mayor parte de las 40 escuelas que se habían fundado en la primera etapa desaparecieron. Nuestras casas de formación y nuestros formandos vivieron tiempos de nomadismo y éxodo. Se establecieron en Estados Unidos, en España, en Francia y en Cuba. Los papás de nuestros formandos merecen una mención especial por su generosidad para dejar partir a sus hijos. Un buen número de hermanos de nuestra Provincia migró a estos países, abrieron Juniorados, Noviciados y Escolasticados y establecieron colegios, sobre todo en Cuba, que fueron muy apreciados por la población.
Primera Guerra Mundial, 1915. Cincuenta de nuestros hermanos franceses residentes en México decidieron alistarse en defensa de su patria, trece de los cuales perdieron la vida en el campo de batalla. Por aquella época la mentalidad en torno a la participación en guerras, se justificaba con el argumento hoy en día cuestionable de “guerra justa”. Su partida dejó vacíos, generó inestabilidad y para “los hermanos soldados”, la mayoría “excelentes religiosos”, supuso desgarramiento, sufrimiento y confusión.
Rebelión Cristera, 1926-29. La aplicación de los artículos restrictivos de la libertad religiosa en la Constitución de 1917 y de la ley reglamentaria que limitaba el número de sacerdotes provocó la guerra cristera. Varios de los colegios que habían logrado capear la tormenta de corrientes revolucionarias antirreligiosas tuvieron que cerrarse. Lo mismo ocurrió con las casas de formación que habían regresado a nuestro país.
Reforma del Artículo Tercero, 1934 - 1938. En 1934, el presidente Calles dio el grito de Guadalajara que invitaba a apoderarse de las conciencias de la niñez y pocos meses después se produjo la reforma al artículo tercero de la Constitución en favor de la educación socialista y de nuevas restricciones a la escuela privada. Un nuevo golpe que se concretó en inspecciones rijosas, confiscación de mobiliarios, prohibición de imágenes y prácticas religiosas, cárcel y expulsión de educadores. Estos procedimientos nos obligaron a pasar a la clandestinidad y a lanzar una red de lo que denominamos “los grupos”, espacios y proyectos educativos que funcionaban en casas particulares, evitando llamar la atención de las autoridades educativas.
Guerra civil española, 1936-39. El conflicto surgido en España que incendió al país, afectó el funcionamiento de nuestra casa noviciado de Pontós que se vio obligada a trabajar “bajo las balas”, y segó la vida de buen número de hermanos maristas, entre ellas la del H. Anselmo, fundador de la Provincia.
No obstante, estas graves contrariedades, nuestros hermanos no desfallecieron, creyeron en el carisma marista, creyeron también en los ideales revolucionarios en favor de la ampliación de oportunidades educativas, se esforzaron por establecer espacios de educación integral de calidad, se esmeraron en capacitarse profesionalmente mediante programas internos y externos de formación permanente y consolidaron sus convicciones y su entrega religiosa y apostólica. El Provincial de la época el H. Leonida llegó a escribir: “Feliz persecución que nos ha traído la consolidación de la fe”. ¡Cuán cierto es que las estrellas brillan de noche!
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