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Nuestra Historia

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Los Hermanos Maristas fundadores de la Provincia Marista Mexicana, encabezados por el H. Pedro Damián, establecieron su primera escuela en Guadalajara, Jalisco, el 20 de agosto de 1899. Ese mismo año, en el mes de octubre, llegó un segundo grupo de Hermanos a Mérida, Yucatán. Desde estas dos ciudades los Hermanos se extendieron hacia el Bajío, Michoacán y el Distrito Federal, en la zona central de la República; y hacia Campeche, Chiapas y Oaxaca, en el sureste. Los principios no fueron fáciles; a las penalidades naturales del aprendizaje de una nueva lengua y de una nueva cultura se añadió el contratiempo de la enfermedad. La fiebre amarilla causó la muerte de casi una docena de Hermanos entre los años 1899 y 1910. La mayoría de los Maristas de esta primera época eran franceses.

En 1908 se constituyó la Provincia Marista de México. Ya para entonces funcionaban las Casas de Formación en el país y nuestras escuelas contaban con la presencia de los primeros Hermanos Maristas mexicanos. En 1914 una de las corrientes revolucionarias clausuró varias escuelas y casas de formación y obligó a otras a trabajar en la clandestinidad. En esta situación de incertidumbre algunos Hermanos aprovecharon la oportunidad para llevar la obra Marista a Cuba, que a su vez sirvió de puente para que esta semilla se extendiera más tarde a Centroamérica.

Hacia principios de la década de los cuarenta, la Provincia Marista de México vio crecer el número de Hermanos, de alumnos y de escuelas hasta que fue necesaria una reestructuración: primero con la denominación de Cuba y América Central como territorios en 1949, y posteriormente la creación en 1959 de dos Provincias en nuestro país: México Occidental y México Central.

Actualmente Maristas México se distribuye de la siguiente manera:

México Occidental (Azul)

México Central (Amarillo)

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Obras

· 15 Preescolares
· 36 Primarias
· 37 Secundarias
· 31 Preparatorias
· 7 Universidades

Misión & Valores

Misión Marista

Discípulos de Marcelino Champagnat, Hermanos y Seglares, juntos en la misión, en la Iglesia y en el mundo, entre los jóvenes, especialmente los más desatendidos somos sembradores de la Buena Noticia, con un estilo peculiar marista, en la escuela, y en otros campos educativos. Miramos hacia el futuro con audacia y esperanza.

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El centro de la misión de Marcelino Champagnat era “dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar”,  viendo en la educación el medio de llevar a los jóvenes a la experiencia de la fe, y de hacer de ellos “buenos cristianos y buenos ciudadanos”.

Hacemos nuestro su pensamiento de que “para educar bien a los niños hay que amarlos, y amarlos a todos por igual”.  Según este principio, las características particulares de nuestro estilo educativo son: presencia, sencillez, espíritu de familia, amor al trabajo y seguir el modelo de María. Intentamos adoptar estas actitudes y valores como nuestra forma  de inculturar el Evangelio.

Es la suma de estas cualidades y su interacción lo que da a la metodología marista su originalidad, inspirada por el Espíritu.

Valores Maristas

  • LA AUDACIA

Entendida como acción emprendedora, atenta a las señales de los tiempos, en la toma de decisiones inéditas y valientes, en el enfrentamiento de lo nuevo, en la explotación de nuevas posibilidades y en la promoción de cambios.

  • EL ESPÍRITU DE FAMILIA

Comprendido como la afirmación de pertenencia a una familia de la cual emana el amor, la ayuda mutua, la alegría y la acogida al pluralismo y a la diversidad, aceptando a todos como diferentes y complementarios.

  • LA ESPIRITUALIDAD

Definida como la vivencia a partir del Evangelio, teniendo a María y a San Marcelino Champagnat como inspiradores de nuestra forma de ser y actuar. La espiritualidad es la fuerza motora que le da sentido y armonía a la vida, ilumina la comprensión del mundo y orienta a la persona en su relación con Dios, consigo misma, con las personas y con la naturaleza.

  • LA PRESENCIA

Comprendida como la búsqueda de un ambiente de armonía, cuidado y respeto, por medio de la cercanía atenta y disponible en los ambientes en que se desarrolla la misión. También se comprende como la proximidad con las personas y el cultivo de una relación de confianza.

  • LA SENCILLEZ

Definida como un estilo de vida en la esfera personal e institucional. Se traduce en la búsqueda de autenticidad, permitiéndole al sujeto reconocer las propias potencialidades y limitaciones. Tiene como una de sus formas de manifestación el respeto por el otro.

  • LA SOLIDARIDAD

Se manifiesta por la sensibilidad a las necesidades de las personas, de modo especial las de los pobres y excluidos. También se manifiesta en el compartir de dones personales y de bienes materiales, en la promoción de la paz, de la justicia y de la vida, como señal de esperanza en el mundo.

  • EL AMOR AL TRABAJO

Traducido como disposición y espíritu cooperativo en la realización del trabajo, desarrollando talentos y colocándolos al servicio del bien común.

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